En este artículo nos centraremos fundamentalmente en dos
especies vegetales aun no suficientemente extendidas, y que merecerían un lugar
de honor en nuestras ciudades de grandes, interminables y áridos muros verticales.
Me refiero a la popular Viña virgen (parthenocisus. Sp) en cualquiera de sus
variedades y a la inmortal hiedra común (hedera helix)
Viña virgen
La viña virgen está emparentada con las viñas que se cultivan
desde hace miles de años por toda la cuenca del mediterráneo y que los romanos
se encargaron de extender por nuestra geografía. Además fructifica de manera
similar a esta última, produciendo diminutos racimos de uvillas muy apreciados
por aves urbanas como los mirlos. La viña virgen necesita una exposición
noreste para prosperar con plenas garantías, aunque si el terreno está bien
regado y abonado tolerará otras exposiciones más soleadas.
Es una planta de rápido crecimiento y produce unos zarcillos
que se adhieren como ventosas a todo tipo de superficies irregulares. En otoño
pierde sus verdes hojas, no sin antes regalarnos un espectáculo de color con
sus llamativas hojas de un rojo intenso. La ventaja de esta característica y al
contrario de lo que ocurre con la hiedra, que es de hoja perenne (es decir, las
mantiene todo el año), es que en invierno deja pasar los rayos solares y por lo
tanto el calor al muro de la vivienda.
Hiedra
De crecimiento algo más lento e igual de poco exigente que
la viña virgen, también es adecuada para tapizar muros casi en cualquier
orientación. Es fácil de conseguir en los viveros y es una planta que además
produce mucho néctar, frutillas y refugio de nidificación para muchos pájaros
insectívoros.
No todas las variedades son buenas trepadoras, ya que
algunas cogenmucho volumen y peso y no se ciñen tanto al muro como las viñas,
con el consiguiente riesgo de que con los años puedan desprenderse. Esto último
se puede solucionar con una poda formativa.
En invierno, como ya hemos dicho, no pierde la hoja y no
permite la entrada de luz y calor al muro lo cual, en ocasiones, puede ser una
desventaja.
Ventajas
bioclimáticas de las plantas trepadoras
Hiedras , viñas, madreselvas, glicinias y otras plantas
parecidas generan cuando están bien desarrolladas sobre el muro exterior del
edificio una importante reducción de los rayos solares, bajando con ello la
temperatura de las habitaciones colindantes entre tres y cinco grados
centígrados con respecto a las mismas habitaciones si no tuvieran tan eficaz
filtro térmico. Recordemos que las plantas evaporan constantemente agua en sus
procesos vitales y esto refrigera mucho su entorno más inmediato. Esta
característica añade confort y un ahorro apreciable de energía eléctrica
destinada al enfriamiento del edificio en los meses de verano. Otro factor
importante es que ofrecen un filtro para el ruido ambiental que proviene del
exterior y proporcionan oxígeno extra.
Así que os animamos a que en vuestra próxima reunión de
vecinos del edificio propongáis la siembra y plantación de estas agradecidas
plantas que, una vez bien arraigadas, necesitan pocos cuidados.
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