Precisamente la gestión del Parque Nacional es unas de esas
cuestiones que suscitaban dudas. Resumo cómo se va a gestionar: la Junta de
Castilla y León y la Comunidad de Madrid se turnarán en la gestión del Parque.
Ambas han nombrado a un responsable para gestionar los asuntos que recaigan en
el territorio de las respectivas comunidades, los cuales se alternarán en la
dirección del conjunto del espacio natural.
¿Y qué pinta la Administración Central en el Parque? Aunque
la gestión de los parques nacionales corresponde a las comunidades autónomas,
éstas deben atenerse a una serie de
requisitos relativos al mantenimiento de las características del territorio y a
determinados usos que están prohibidos. Estos requisitos están determinados por
la Ley de la Red de Parques Nacionales promulgada en 2007, que estará vigente
por poco tiempo, ya que el Gobierno está preparando otra que la sustituirá.
Además, la Administración Central tiene encomendadas labores de seguimiento,
evaluación, promoción del desarrollo sostenible, investigación, etc. La Administración Central y las dos
comunidades participan en la comisión de coordinación que se ha creado. Los
actuales instrumentos de gestión diseñados por Castilla y León y Madrid estarán
vigentes hasta que se apruebe el Plan Rector de Uso y Gestión del Parque
Nacional.
Gracias a las explicaciones de los técnicos recibimos buenas
y malas noticias. Entre las buenas destacaron que, actualmente, la vegetación de la Sierra de Guadarrama está en
mejor estado que la que había cuando surgieron las primeras voces reclamando la
declaración del Parque Nacional, allá por los años veinte y treinta del siglo
pasado. Especial relevancia tiene la recuperación de la laguna Grande y de su
entorno, tras la restricción de acceso a la laguna y el desmantelamiento de la
estación de esquí de Cotos. Un indicador de la calidad del agua de la laguna es
la turbidez. A principios de los noventa se perdía de vista el disco de Secchi
a los 30 cm de profundidad, mientras que hoy día el mínimo de profundidad de
visión es de dos metros.
Las malas están relacionadas con el clima: un incremento
clarísimo de la temperatura media de 1,8ºC desde principios de los ochenta; es
un aumento muy intenso, que ha ocurrido en muy poco tiempo. Además, se observa
también una disminución de la precipitación, si bien no es tan contundente como
el aumento de la temperatura.
Para terminar esta crónica, no puedo dejar de aludir a
la omnipresente pregunta: ¿para qué sirve este Parque Nacional, si protege
zonas que ya estaban protegidas? Los entusiastas del Parque Nacional lo
consideran un gran logro porque permite alejar definitivamente a estas zonas
del modelo basado en el ladrillo y en el esquí. Además argumentan que habrá más
fondos para la conservación e investigación, ya que a los presupuestos de
Madrid y Castilla y León se añadirán los de la Administración Central; a ello
se suma el mayor control al que están
sometidos los parques nacionales, pues un parque nacional puede llegar incluso
a ser excluido de la Red de Parques si no cumple con los requisitos que le hacen
acreedor de tal distinción. También afirman que, tarde o temprano, el Parque se
ampliará.
En mi opinión no hay razones para denostar el Parque
Nacional, ya que, indudablemente, habrá ventajas, especialmente en cuanto a la
financiación y a un régimen de protección más estable y definido para ambas
vertientes, la madrileña y la segoviana. Pero tampoco hay que perder de vista
el precio pagado para conseguirlo. Tras analizar el Plan de Ordenación de los
Recursos Naturales (PORN) elaborado por la Comunidad de Madrid, en el cual
encaja el Parque Nacional, participo de la opinión de quienes creen que la protección
de las cumbres ha hecho más fácil “colar” una mayor desprotección para el
piedemonte serrano, tan rico en biodiversidad como los territorios declarados
Parque Nacional. Pero es en ese piedemonte donde se acumulan las expectativas
urbanísticas que… no, no han desparecido, porque la cultura del pelotazo
urbanístico está sólidamente intrincada en el alma de bastantes personajes con
poder político y económico. Por eso mismo, puedo imaginar que algún día el
Parque Nacional abarque el Pinar de los Belgas o termine de integrar los
pinares de Valsaín; pero no que abrigue también a otras zonas valiosas de, por
ejemplo, el Valle del Lozoya.
En definitiva, el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama
es el lado bonito de un plan no tan bonito: el de Ordenación de los Recursos
Naturales aprobado por el gobierno de Esperanza Aguirre, que abarca una buena
parte del territorio más verde de la Comunidad de Madrid.
Miguel Á. Ortega. Director de Asociación Reforesta
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