Por Miguel Á. Ortega, Presidente de Reforesta.
Comienza 2016 y, además, enseguida están aquí los Reyes Magos. Como no queremos agobiar a sus majestades con una carta llena de peticiones (se nos ocurren muchas), vamos a pedirles solo una cosa, que nos parece urgente: una autoridad ambiental real para el medio natural de la Comunidad de Madrid. Seguro que esa autoridad ambiental hace falta también en otras muchas zonas de España, y en el planeta entero, pero el ámbito principal de actuación de Reforesta es esta Comunidad; es la que más conocemos y, por tanto, en la que somos más conscientes de la urgencia de cambiar las tornas, tras el pobre legado dejado por los gobiernos de Esperanza Aguirre.
Efectivamente, bajo sus mandatos se dieron pasos atrás en la gobernanza del medio natural. Un ejemplo de ello fue la famosa ley VIRUS, que facilitaba la construcción de viviendas aisladas. Salvo la operación publicitaria llevada a cabo en la Sierra de Guadarrama con la creación del Parque Nacional, no se declaró ni un espacio protegido, y se avanzó muy poco en la elaboración de planes de gestión de los existentes. La mayoría de las especies protegidas siguieron sin el obligatorio plan de recuperación y, lo que es peor, documentación pública y oficial del Gobierno Regional admite la falta de datos sobre la evolución de las poblaciones de gran parte de estas especies. En los últimos años no se convocaron plazas para aumentar la plantilla de agentes forestales y se permitió el desmadre en el uso público de nuestros espacios naturales, que todavía estamos viviendo.
A principios de octubre, representantes de Red Montañas, la plataforma SOS Pedriza y Reforesta nos reunimos con el nuevo Consejero de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid y su equipo. Les trasladamos nuestras preocupaciones y propuestas. Por supuesto, tenemos que esperar un tiempo antes de evaluar su gestión. Pero no por ello debemos dejar de informar a los madrileños sobre la penosa situación actual, especialmente en lo referido al uso público de nuestros espacios naturales, que se permite, cuando no se promueve, por las distintas administraciones, sin estudios científicos de capacidad de carga del territorio para su adecuada ordenación.
Madrid es una Comunidad Autónoma privilegiada por la riqueza de su biodiversidad, lo que hace que la capital sea, muy probablemente , un caso único entre las grandes ciudades de la UE. Baste como ejemplo que, en el mismo término municipal de Madrid, se reproducen especies amenazadas, entre las que destaca el águila imperial. Sus 6,5 millones de habitantes (que alcanzan los 7,4 millones en el conjunto de la Comunidad si se tiene en cuenta la población inmigrante) convierten el área metropolitana madrileña en la tercera mayor de la Unión.
Esta riqueza se encuentra, por tanto, sometida a una presión mucho mayor que la que sufren otros territorios. En consecuencia, si la situación es excepcional, las medidas de gestión deben ser también excepcionales. La proliferación de nuevas actividades en el medio natural y la masificación de otras ya existentes debido a la celebración de competiciones deportivas muy concurridas en entornos frágiles vienen a dificultar aún más la conciliación entre la conservación y el necesario disfrute.
En el caso del Parque Nacional y su entorno, en 2014 se realizaron unas cuarenta competiciones, con cifras de participación de entre 350 y 1.200 dorsales por evento y una participación total estimada entre 15.000 y 20.000 personas.
En La Pedriza, zona especialmente idónea para las rapaces debido a la disponibilidad de espacios para nidificar entre el roquedo, año tras año se viene constatando el abandono de nidos por las molestias ocasionadas por escaladores y senderistas. Solo muy recientemente se ha emprendido un intento de limitación de la escalada, tras años de apertura de cientos de nuevas vías, a pesar de que desde 1987 existe normativa que prohíbe la práctica de esta actividad entre enero y julio en las zonas donde se haya constatado la nidificación de aves rapaces.
Por seguir en este mismo espacio, recordamos las más que justificadas protestas surgidas el pasado verano debido a la suciedad acumulada por usuarios irresponsables, que también están deteriorando muy seriamente otros espacios protegidos como, por ejemplo, la Zona de Especial Conservación del río Guadalix.
Y sigue habiendo más problemas, como es la recogida masiva de setas. Esta actividad se ha ido poniendo de moda y ahora la practican muchos madrileños y, también, las mafias. Lo que la mayoría de las personas desconoce es que la recolección intensiva, además de dañar los hongos, perjudica a los bosques, puesto que los micelios de los hongos establecen simbiosis con las raíces de los árboles que son mutuamente muy beneficiosas y, por supuesto, necesarias.
Es importante señalar que este trasiego continuo por el monte incrementa el riesgo de incendio forestal y la peligrosidad de los mismos para las personas y sus propiedades.
La gestión de la fauna deja mucho que desear. Desde hace tiempo, se conceden permisos para la caza de la cabra montés sin que los cazadores estén acompañados por agentes forestales que garanticen que las capturas se ajustan al permiso. Los agentes tampoco acompañan a los tramperos autorizados por la Consejería de Medio Ambiente para controlar especies invasoras. Una puntualización a esto último: a Reforesta le consta que también se ha autorizado el trampeo de zorro, considerándole especie invasora, lo cual es manifiestamente ilegal. La falta de control de la actividad cinegética no es responsabilidad de los agentes forestales, sino que está auspiciada por la propia Consejería.
Hay cazadores y ganaderos que parecen no tener consciencia de que existe, al menos sobre el papel, una autoridad ambiental. En sus fincas, y también fuera de ellas, hacen lo que quieren. Por ejemplo, levantan cercados que impiden el movimiento de la fauna silvestre, porque no se molestan en hacer las gateras, es decir, orificios que los animales puedan atravesar. El robo de agua es constante, no solo desde las fincas, sino también desde las urbanizaciones. Ello conlleva el secado de arroyos en verano, lo cual daña considerablemente a la fauna. Algunos, incluso en espacios protegidos, eliminan los arbustos e introducen una carga ganadera excesiva que esquilma el suelo. Hace unos meses Reforesta denunció en San Agustín de Guadalix la apertura de un camino junto al río que dañó el bosque de ribera, protegido por ley; el protagonista era un ganadero que quería atravesar el río en coche y tener mejor acceso a su finca. Lo dicho, no parece que la autoridad ambiental sea muy respetada, pero es que no se puede respetar a quien no se deja ver.
En lo referido a la protección del medio ambiente, como en todo, hace falta liderazgo. Y el liderazgo exige saber explicar a los ciudadanos las consecuencias negativas de determinados actos y adoptar las limitaciones y prohibiciones necesarias. Por sus especiales circunstancias, ejercer la autoridad ambiental en la Comunidad de Madrid tiene complicaciones adicionales, ya que hay que demostrar conocimiento, convicción y capacidad de comunicación extra. Pero es una batalla que no se puede dar por perdida. Nos jugamos mucho: nosotros y las generaciones venideras, porque podemos convertir nuestros espacios naturales en una especie de parque urbano, pobres en biodiversidad y con menor capacidad de prestar servicios esenciales como la provisión de agua, la conservación del suelo, la absorción de contaminantes y la atemperación del clima.
Los seres humanos lo vamos a pasar muy mal si no asumimos límites en el uso de los recursos, incluido el disfrute de los espacios naturales. ¿Para ser feliz es necesario destrozar? ¿Somos, definitivamente, una especie plaga? Nuestra respuesta a ambas preguntas es NO. Los seres humanos podemos madurar, evolucionar en positivo. Y para ello es condición necesaria manejar nuestras capacidades de forma responsable: no hay porqué hacer todo aquello que es económica y técnicamente viable. Debemos aprender a renunciar a algunas cosas y, con ello, seguramente sabremos apreciar más lo que realmente es valioso.
Los madrileños tenemos todavía la oportunidad de dar ejemplo al mundo, por introducir de verdad en nuestros valores y normas el respeto y la conservación de nuestro excepcional patrimonio natural. Pero para que esto sea posible el Gobierno Regional debe promover y liderar este singular reto colectivo y, al mismo tiempo, ejercer su autoridad. Esto es lo que Reforesta pide a los Reyes Magos.
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