El pasado 17 de junio se celebró el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía. Se trata de una cuestión muy seria, que está relacionada con el uso de la tierra y del agua y con el cambio climático. Afecta a la disponibilidad de agua y a la capacidad de producción de alimentos, de modo que está en juego la vida de muchas personas en las zonas más vulnerables ecológica y económicamente del planeta.
En esta entrada nos referimos a España, que es el país europeo más afectado por la desertificación. Como sabemos que este blog recibe lectores hispanohablantes de otros países, a ellos les aclaramos que no es que España sea un país desértico o predesértico. Es un país muy biodiverso en el que podemos encontrar lugares con una precipitación que supera los 2.000 l/año (tanto en el norte como en el sur del país) y otros que no llegan al 10% de esa cifra.Y entre medias de esos dos límites se sitúa la mayor parte del territorio, aunque un 74% del país tiene unas condiciones naturales que lo encuadran en las zonas con riesgo de desertificación, que son aquellas catalogadas como áridas, semiáridas y subhúmedas secas.
Aquí damos consejos para no contribuir a agravar el problema. Estos consejos se dirigen al ciudadano medio que no trabaja la tierra. Agricultores y ganaderos deben implicarse en buenas prácticas de gestión, cuya explicación no es el objeto de este artículo.