lunes, 20 de mayo de 2013

2015: ¿Qué puede hacer Europa si el resto del mundo no toma en serio el cambio climático?


Por Miguel Á. Ortega. Economista. Director de Asociación Reforesta


Hace unos días se anunció que la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera ya alcanza las 400 ppm. Estos gases son los responsables del calentamiento global inducido por la actividad humana. Hay un gran consenso científico en torno a los riesgos que entraña para la propia vida humana un aumento de la temperatura del planeta superior a los 2ºC. Aun así, en la actualidad, parece que más bien nos encaminamos hacia un aumento de 4ºC a lo largo de este siglo, según un reciente informe del Banco Mundial.

miércoles, 8 de mayo de 2013

El cultivo de alimentos en los tejados reduciría impactos ambientales

Por Miguel Á. Ortega 

Un estudio llevado a cabo por un grupo de investigadores catalanes, publicado en una revista especializada (*) ha comparado el impacto ambiental de la cadena actual de suministros de alimentos con el que se ocasionaría si se organizase un sistema de agricultura urbana aprovechando los tejados de las ciudades para hacer cultivo en invernadero. Para efectuar esta comparación han escogido la producción y distribución de tomates. El análisis se ha basado en el ciclo de vida, y abarca diferentes categorías de impacto.

Las conclusiones son rotundas. La producción urbana de un kg de tomates reduce el impacto ambiental entre el 44,5 y el 75,5 por ciento, y ahorra hasta un 73,5 por ciento de energía. Estos ahorros se derivan de la reutilización de envases (entre un 55,45 y un 85,2 por ciento), minimización de las necesidades de transporte (7,6 - 15,6 por ciento) y reducción de las pérdidas de producto durante el transporte y la fase minorista (7,3 – 37 por ciento).

Si se aplicase un sistema de producción agrícola en Barcelona, los autores del estudio aseguran que la ciudad evitaría emitir 66,1 tn de CO2 equivalente al año, que se elevarían a 71,03 si se considera la deforestación evitada al no ser necesario obtener tierras de cultivo.

Copyright © 2012 Society of Chemical Industry. (*) 2013 / Sanyé-Mengual E, Cerón-Palma I, Oliver-Solà J, Montero JI, Rieradevall J 
Journal of the Science of Food and Agriculture 93(1): 100–109. DOI: 10.1002/jsfa.5736.
Foto: www.eventos-gastronomicos.blogspot.com.es

domingo, 5 de mayo de 2013

Del Edén al Jardín ... Químico


Por Miguel Ángel Ortega. Director de la Asociación Reforesta


   Cada vez hay más información acerca de las consecuencias del empleo de determinadas sustancias artificiales sobre la salud humana. Los conocimientos que vamos acumulando dejan claro, una vez más, que es necesario un cambio de modelo de vida y, por tanto, un cambio de valores. La mentalidad occidental, que se impone con contundencia en todos los rincones del planeta, ha creado la ilusión de que la naturaleza es una barra libre a la que podemos llegar y servirnos lo que nos apetezca, arrojando luego los desechos detrás del mostrador, sin más consecuencias. Probablemente esta visión sea consecuencia de la yuxtaposición de la perspectiva etnocéntrica y racionalista y de las religiones monoteístas. El etnocentrismo sitúa al ser humano en una orgullosa posición de dominio despectivo hacia la naturaleza, a la que observa como un fenómeno ajeno y embrutecido. Las religiones monoteístas o, al menos, la interpretación que de las mismas predomina hasta hoy, refuerzan la idea de que el ser humano es el Rey de la Creación, y únicamente debe rendir cuentas de sus actos a Dios quien, si hemos de hacer caso a los mensajes que nos transmiten sus intérpretes (las castas religiosas), sólo muy recientemente habría empezado a preocuparse algo por la salud del planeta. Por si fuera poco, la Tierra es un lugar de destierro y castigo, al que hemos caído tras la expulsión del Edén, y este dogma tampoco ha contribuido a facilitar una buena relación con esta bonita piedra redonda en la que habitamos. Estas ideas alimentan el capitalismo salvaje en el que vivimos y, tragicómicamente, en este momento de la historia, las sociedades más avanzadas de occidente, a pesar de sus evidentes limitaciones, aventajan en sensibilidad medioambiental a otras sociedades capitalistas emergentes, que participan en la economía global con más violencia hacia la naturaleza que la practicada por los países que fueron cuna de esos valores que nutren el capitalismo.