martes, 19 de noviembre de 2013

El desarrollo sostenible no es un problema técnico, es una cuestión existencial

Hay una clara tendencia a reducir el reto del desarrollo sostenible a una readaptación técnica y organizativa de la sociedad. Muchos incluso parecen pensar que con impulsar la economía verde se acabaría el problema del deterioro ambiental. Creo que no es así.

Considero que el problema de la relación ser humano – naturaleza es un problema de alienación. Es decir, tenemos una percepción alterada de nuestra identidad, porque nos sentimos en antagonismo con las leyes de la naturaleza y, por tanto, es un problema existencial.

Esta alienación lleva a la cultura del conflicto, que se manifiesta en una triple vertiente:

  • Cada persona consigo misma
  • Cada persona con otras personas 
  • Cada persona con otras formas de vida (animales y plantas) y con el planeta en su conjunto, a través de su participación en un modelo de producción y consumo insostenible.



En muchos casos la alienación comienza en el propio cuerpo, que muchas personas descuidamos o no cuidamos adecuadamente. Luego, si descuidamos nuestro propio cuerpo, ¿cómo no vamos a descuidar el cuerpo que nos sostiene a todos: la Tierra?

Esta causa última (el problema existencial), se convierte en una sensación de vacío, que se llena con la hiperidentificación con el ego. El ego es una herramienta esencial para desenvolvernos en nuestro medio, pero la cultura supercompetitiva actual lo exacerba.

El ser humano no ha desarrollado su conciencia al mismo ritmo que su capacidad tecnológica, y de ahí que manejemos con muy poca responsabilidad la capacidad de alteración de nuestro planeta y de destrucción de nuestros semejantes que hemos acumulado por medio de lo que llamamos “progreso”.

En la actualidad seguimos unos instintos propios de animales que se sienten en la necesidad de luchar por los recursos en un entorno natural hostil. No hemos integrado la realidad de que nuestro nivel evolutivo nos permitiría hacer un manejo sostenible de los recursos, de que puede haber para todos y todos podemos llevar una vida digna si conseguimos producir y consumir responsablemente y repartir adecuadamente la riqueza. Insisto: nos mantenemos en esa actitud debido a nuestra cultura supercompetitiva que, desde la hiperidentificación con el ego, nos lleva a querer tener más, a confundir el ser con el tener, a pretender dominar a otros. Ello en detrimento de compartir y colaborar (¡menos competir y más compartir!).

Al mismo tiempo, especialmente los occidentales, pero también los nuevos orientales/occidentales (los orientales que se suman a la religión del consumismo), nos preocupamos por cualquier tontería. Quemamos el presente con los temores que tenemos respecto al futuro. Vivimos entre preocupaciones, y muchos de nosotros dominados por la prisa y el estrés, sin tiempo para parar a reflexionar sobre qué provecho podemos sacar de esta película que protagonizamos: nuestra vida. No nos damos cuenta de que, además de protagonizarla, deberíamos escribir también el guión. Pero no, dejamos que nos lo escriban otros. Ese guión viene ya predeterminado por nuestras raíces culturales, por el inconsciente colectivo, por el peso de las modas y de los usos sociales. Por ello, las pocas veces que nos paramos a reflexionar, en lugar de pensar en cómo darle más profundidad a nuestro ser, en desarrollar más nuestro potencial humano, nos dedicamos a hacer planes de futuro basados en la posición y en la posesión.

Estamos perdidos y desorientados. No sabemos vivir. No tenemos paz interior y, por tanto, tampoco paz exterior ¿Qué hacer?

Tenemos que deconstruirnos

Sí, aprender a ser, en lugar de ser por inercia. Porque seguramente somos otra cosa, distinta y mejor de lo que creemos que somos. Dejar más espacio para la introspección, y hacerlo con ayuda de personas cualificadas. Construir una cultura de paz, que nos capacite para evitar el conflicto o, en caso de que no se pueda evitar, para encauzarlo adecuadamente, sin recurrir a la violencia. Debemos aprender a potenciar las emociones positivas, a normalizar el tratamiento de los bloqueos emocionales que obstaculizan nuestro desarrollo personal y que incluso nos hacen enfermar. Hemos de saber asumir nuestras responsabilidades, en lugar de descargar continuamente reproches y exigencias sobre los demás. Y debemos aprender desde niños a cooperar.

Y, para terminar, deberíamos priorizar la popularización del conocimiento científico. Los avances que se iniciaron hace ya casi un siglo gracias a la física cuántica y los más recientes en astrofísica y neurología deberían ayudarnos a cambiar la percepción de nuestra posición en el Todo. Este cambio de percepción por medio de la razón se enriquecería si se viera acompañado de un cambio de percepción a través de la experimentación con el propio ser, gracias a técnicas tan positivas como el yoga o la meditación.

Es probable que la conciencia sea como un aparato de radio. Ahora estamos sintonizando con la carencia y el conflicto. Pero podemos llegar a sintonizar con la plenitud y la paz. Es un camino individual y colectivo. Y solo podremos dejar de agredirnos a nosotros mismos y a nuestro planeta cuando emprendamos ese camino.

Por Miguel Á. Ortega. Director de Asociación Reforesta

1 comentario:

  1. Después de 26 años de investigaciones estamos sacando a la luz pública un paquete de innovaciones tecnológicas muy rentables, con las que podemos lograr el Desarrollo Sostenible y evitar el Cambio Climático. Se trata de un sistema tecnológico integrado de: Transporte global, ecológico, multimodal por: Tierra, mar y aire, sin combustibles; y también de electrogeneración limpia a US$7/MW/h, y que además resuelve los problemas de falta de agua potable en todo el mundo. Queremos entregarle a la humanidad las patentes internacionales a través de una organización seria.
    martinjaramilloperez@gmail.com

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