La educación ambiental es la
única que puede salvaguardar la salud del planeta y, por ende, la de los seres
humanos. Es el punto de partida para un desarrollo sostenible y así lo ha
entendido Naciones Unidas en la formulación de los Objetivos de Desarrollo
Sostenible (ODS) y en su llamada
a la acción para que la ciudadanía contribuya a su
consecución.
La educación ambiental es una
educación integral, en la que se considera a las personas como parte de un
todo. Se basa en el respeto: a uno mismo, a los demás, a los otros seres vivos
y a los recursos que nos ofrece la Tierra, que no debemos dilapidar.
Aunque el origen de la
Educación Ambiental tiene lugar en los años 60 del pasado siglo, la situación
actual ofrece luces y sombras. Entre las luces destaca el mayor nivel de
información general de la población y el hecho de que el deterioro ambiental,
especialmente el cambio climático, ha encendido las alarmas en gobiernos y
empresas, que lo consideran una realidad a la que hay que dedicar una atención
prioritaria.
Sin embargo, y éste es el
lado más sombrío, la respuesta de ciudadanos, empresas e instituciones sigue
siendo tímida y contradictoria. El as en la manga de gobiernos y empresas para
afrontar el desafío ambiental parece ser la tecnología y la promoción de
actitudes más responsables con los recursos, a través, por ejemplo, de
conceptos como la economía circular. Pero está por ver si esto será suficiente
para atender las necesidades de los 9.500 millones de personas que habrá en
2050 sin seguir poniendo en riesgo la sostenibilidad. Además, sigue sin haber
una verdadera cooperación a nivel internacional, una cooperación que debería
entender que la pobreza y la desigualdad son uno de los principales vectores
del deterioro de nuestro planeta.
En el ámbito de la vida
cotidiana de los ciudadanos, no se aprecia una verdadera comprensión de la magnitud
del problema. Es más, en algunos aspectos, como el comportamiento en la
naturaleza de una parte de la ciudadanía española, ya sea por falta de
información o por desinterés, podríamos decir que estamos viviendo un
retroceso.
Desde la perspectiva y
experiencia de Reforesta, tras más de 25 años dedicándonos a la educación
ambiental, la labor requiere avanzar de forma urgente y dar el
salto: “informar-formar-educar-actuar”. Uniendo práctica y teoría se aprende más, se
consolidan los conocimientos y se consigue un acercamiento emocional a “la
causa”. Es trabajar la actitud, día a día y desde los pequeños detalles. Por
esta razón Reforesta promueve activamente el voluntariado
ambiental, siendo una de las organizaciones más activas en este
ámbito en la Comunidad de Madrid.
Propuestas para avanzar en la EducAcción
- Fomentar una mentalidad de cooperación en contraposición a la mentalidad de competición: más compartir y menos competir.
- Fomentar la reflexión sobre nuestra forma de vivir; quizás el equilibrio personal y social descansen en la capacidad de ser felices con un estilo de vida sencillo.
- Fomentar el aprecio al bien común, frente al impulso de acaparar y frente a la avidez del lucro.
- Desarrollar programas específicos para todos los ámbitos y edades, facilitando la inclusión de grupos de personas de difícil acceso a la educación y formación ambiental. Hay que ir más allá del público cautivo (especialmente, los escolares).
- Fomentar la participación a través del voluntariado, dedicando recursos económicos y técnicos por parte de las administraciones y de las empresas.
- Coordinar las iniciativas para aprovechar las sinergias y multiplicar los efectos, fomentando la comunicación y cooperación entre el sector privado, el público y el tercer sector.
- Dar a conocer y aplicar las normativas ya existentes en materia medioambiental
- Realizar campañas de información y formación en colaboración con los medios de comunicación y los distintos agentes implicados, de forma continuada.
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